GRUPO JUVENIL JUAN PABLO II

LE DAMOS LA BIENVENIDA A TODOS AQUELLOS QUE
VISITAN ESTE SITIO



martes, 29 de septiembre de 2009

Nuestro grupo participó de un Encuentro de jóvenes neuquinos con el cardenal Jorge Bergoglio en el Colegio Pablo VI de Neuquen capital


Muchas gracias Cardenal Jorge Bergoglio por su visita. Nos hizo a todos muy bien sus palabras
"Jóvenes son los centinelas del mañana"

SOIS LA ESPERANZA DE LA IGLESIA, DICE BENEDICTO XVI A LOS JÓVENES

Sois la esperanza de la Iglesia, dice Benedicto XVI a los jóvenes


Al finalizar la Misa por la fiesta de San Wenceslao, el Papa Benedicto XVI se dirigió a los más de diez mil jóvenes que acamparon en una parte de la explanada de Melnik para estar presentes en la Eucaristía. A ellos el Santo Padre les recordó que "sois la esperanza de la Iglesia que espera que os hagáis mensajeros de la esperanza".
"¡Con vosotros también el Papa se siente joven!", exclamó el Papa agradeciendo a los peregrinos su "entusiasmo y su generosidad" y señaló que "en cada joven hay una aspiración a la felicidad, a veces mezclada con un sentimiento de inquietud; una aspiración que, sin embargo, a menudo la sociedad de consumo explota de forma falsa y alienante".
"Es necesario en cambio evaluar seriamente el anhelo de felicidad, que exige una respuesta verdadera y exhaustiva. A vuestra edad se toman las primeras grandes decisiones, capaces de orientar la vida hacia el bien o hacia el mal", añadió.
El Santo Padre recordó a los jóvenes las palabras de San Agustín, cuando afirmaba que "el corazón de todas las personas está inquieto hasta que no encuentra realmente lo que busca". Y Agustín descubrió que "solo Jesucristo era las respuesta satisfactoria al deseo, suyo y de cada ser humano, de una vida feliz, llena de significado y de valor".
"Como hizo con él, el Señor sale al encuentro de cada uno de vosotros. Llama a la puerta de vuestra libertad y os pide que le acojáis como amigo. Quiere haceros felices, llenaros de humanidad y dignidad. La fe cristiana es esto: el encuentro con Cristo, Persona viva que da a la vida un nuevo horizonte y con ello la dirección decisiva".
El Señor, efectivamente, continuó el Papa, "llama a cada uno por su nombre y os quiere confiar una misión específica en la Iglesia y en la sociedad. Os renueva constantemente la invitación a ser discípulos y testigos suyos. Llama a muchos al matrimonio, y la preparación para este sacramento constituye un camino vocacional verdadero. Considerad entonces seriamente la llamada divina a constituir una familia cristiana y que la juventud sea el tiempo para construir con responsabilidad vuestro futuro. La sociedad necesita familias cristianas, familias santas".
"Si el Señor os llama a seguirlo en el sacerdocio ministerial o en la vida consagrada no dudéis en responder a su invitación. En particular, en este Año Sacerdotal, me dirijo a vosotros, jóvenes. La Iglesia, también en este país, necesita sacerdotes numerosos y santos y personas totalmente consagradas al servicio de Cristo, esperanza del mundo", exhortó.
"¡La esperanza! Esta palabra a la que recurro a menudo se conjuga bien con la juventud. Vosotros, queridos jóvenes, sois la esperanza de la Iglesia que espera que os hagáis mensajeros de la esperanza", dijo luego Benedicto XVI.
El Papa invitó a los jóvenes a participar en la próxima Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Madrid (España) en agosto de 2011, y les pidió que vivieran la fe "con entusiasmo y alegría, creciendo en la unidad entre vosotros y Cristo, rezando y siendo asiduos en la práctica de los sacramentos, sobre todo la Eucaristía y la Confesión".

miércoles, 16 de septiembre de 2009

ENCUENTRO DIOCESANO DE JOVENES

El Grupo Juvenil Juan Pablo II participará de este encuentro que se realizará en la localidad de Zapala, provincia del Neuquén, Patagonia Argentina. Se espera gran cantidad de jóvenes de toda la Diocesis de Neuquén.

domingo, 6 de septiembre de 2009

SEPTIEMBRE, MES DE LA BIBLIA

La intención es que durante este mes, en todas las comunidades cristianas, se desarrollen algunas actividades que nos permitan acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios

Durante todo el mes de Setiembre, la Iglesia celebra el mes de la Biblia. La intención es que durante este mes, en todas las comunidades cristianas, se desarrollen algunas actividades que nos permitan acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios.

Propuestas para escuchar la Palabra
- La lectura diaria de los textos bíblicos litúrgicos es una excelente ayuda para profundizar en la Palabra de Dios. De esta manera nos unimos a toda la Iglesia que ora al Padre meditando los mismos textos. También nos acostumbramos a una lectura continuada de la Biblia, donde los textos están relacionados y lo que leemos hoy se continua con lo de mañana. La lectura diaria de los textos (para lo cual Liturgia Cotidiana es una excelente herramienta) constituye una "puerta segura" para escuchar a Dios que nos habla en la Biblia.
- ¿Has leído alguna vez un evangelio entero "de corrido"? Es muy interesante descubrir la trama de la vida de Jesús escrita por cada evangelista. Muchos detalles y relaciones entre los textos que cada evangelista utiliza quedan al descubierto cuando uno hace una lectura continuada. Este mes es propicio para ofrecerle a Dios este esfuerzo. Te recomendamos la lectura del evangelio de Marcos. No es muy largo, en unas horas se puede leer. Al ser el primero de los sinópticos, los otros (Mateo y Lucas) lo siguen en el esquema general. Por lo tanto es una muy buena "puerta de entrada" al mensaje de Jesús.
- Otra posibilidad para poner en práctica este mes (y tal vez iniciar un hábito necesario y constructivo) es la oración con los salmos. Los mismos recogen la oración del pueblo de dios a lo largo de casi mil años de caminata del pueblo de Israel. Nos acercan la voz del pueblo que ora con fe, y la palabra de Dios, que nos señala esta manera de orar para acercarnos y escuchar sus enseñanzas. En los salmos podemos encontrar una inmensa fuente de inspiración para la oración. Hay salmos que nos hablan de la alegría, de las dificultades y conflictos, de la esperanza, del abatimiento, del dolor, de la liberación y la justicia, de la creación, de la misma Palabra de Dios (salmo 118, el más largo de todos). Aprender a rezar con los Salmos es una "puerta siempre abierta" para el encuentro con el Dios de la Vida.
- La lectura orante de la Palabra, realizada en comunidad, nos pone en sintonía con la voluntad de Dios. Es un ejercicio clave para el crecimiento en la fe. La fuerza de la comunidad nos alienta para encontrar en los textos la fuerza del Espíritu. Todos aprendemos juntos y nos enriquecemos con el aporte de cada uno. Existen muchos métodos de lectura orante. Simplificando al máximo podemos decir que los siguientes cuatro pasos son los más comunes:
Lectura Meditación Oración Compromiso
La lectura orante siempre desemboca en un desafío para vivir.
La Palabra de Dios nos desafía a seguir los pasos de Jesús y cambiar nuestra vida.
La lectura orante, practicada en comunidad, es una "puerta-espejo" que nos interpela y nos ayuda a discernir cómo vivir y practicar su Palabra en nuestros días.
¿Por qué celebramos en Septiembre el Mes de la Biblia?
Porque en un día 26 de Septiembre de 1569, se termina de imprimir totalmente la Biblia en español llamada “Biblia del Oso”. Fue traducida por Casiodoro de Reina. En esa oportunidad salieron 260 ejemplares en Basilea, Suiza. De ese acontecimiento hace ya 434 años. La tapa esta Biblia tiene un oso comiendo miel desde un panal, por esa razón se le llama “Biblia del oso”.
De la la Encíclica Fides et ratio Capítulo V. N´55 (parcial)
"Tampoco faltan rebrotes peligrosos de fideísmo, que no acepta la importancia del conocimiento racional y de la reflexión filosófica para la inteligencia de la fe y, más aún, para la posibilidad misma de creer en Dios. Una expresión de esta tendencia fideísta difundida hoy es el « biblicismo », que tiende a hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o de su exégesis el único punto de referencia para la verdad. Sucede así que se identifica la palabra de Dios solamente con la Sagrada Escritura, vaciando así de sentido la doctrina de la Iglesia confirmada expresamente por el Concilio Ecuménico Vaticano II.
La Constitución Dei Verbum, después de recordar que la palabra de Dios está presente tanto en los textos sagrados como en la Tradición, afirma claramente: « La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica ». La Sagrada Escritura, por tanto, no es solamente punto de referencia para la Iglesia. En efecto, la « suprema norma de su fe » proviene de la unidad que el Espíritu ha puesto entre la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia en una reciprocidad tal que los tres no pueden subsistir de forma independiente.
No hay que infravalorar, además, el peligro de la aplicación de una sola metodología para llegar a la verdad de la Sagrada Escritura, olvidando la necesidad de una exégesis más amplia que permita comprender, junto con toda la Iglesia, el sentido pleno de los textos. Cuantos se dedican al estudio de las Sagradas Escrituras deben tener siempre presente que las diversas metodologías hermenéuticas se apoyan en una determinada concepción filosófica. Por ello, es preciso analizarla con discernimiento antes de aplicarla a los textos sagrados."

Fuente:Catholic.net

lunes, 31 de agosto de 2009

UN AÑO MAS DE VIDA, UN AÑO MAS DE GRACIA


El pasado 23 de marzo de este año (2009)se cumplieron 2 años que comenzamos a existir, pero en verdad suponemos que Dios nos pensó juntos desde mucho antes, pero fue hace 2 años cuando nos iluminó y nos junto para que podamos hacer su voluntad. Voluntad a la que queremos afirmarnos, donde estuvimos aprendiendo a conocerlo un poco más, a quererlo más, a tratar de trasmitirlo a otros para así poder ir formando hombres y mujeres de verdad, donde Cristo es nuestra cabeza, que nos ha guiado principalmente en nuestro siempre querido Padre Italo, y en los coordinadores que estuvieron y están.

Este festejo y alegría la hacemos extensible a toda la comunidad, a quien agradecemos constantemente a Dios por tenerla, por tener un hombre y una mujer que nos han dado su vida, para que hoy no tan solo exista el grupo juvenil Juan Pablo II, sino una comunidad entera, con grandes valores trasmitidos por ellos, quienes nos recuerdan al mismo Cristo y nuestra Madre María: ellos son el Padre Italo y la Hermanita Mariucha. Por eso sabemos que este cumpleaños no es tan solo de nosotros, sino también de toda la comunidad y en particular de ellos dos.
Agradecemos fuertemente el tener la oportunidad de tener Adoración al Santísimo en nuestra Parroquia, la cual como grupo nos ha enriquecido, formado y dado fuerza para seguir en este camino que Cristo nos llama a recorrer juntos, ya que es él quien nos alimenta con su amor (especialmente en la misa) para que seamos testigos verdaderos de su amor. También la Virgen María ha estado muy presente en nuestros corazones, especialmente en la experiencia vivida en la Peregrinación de Luján que fue realizada en dos oportunidades por el grupo. Muy grato fue también la entrega de juguetes en el barrio Los Hornos de Plottier y en los hospitales de nuestra ciudad en el día de reyes. Aparte de todo esto, el grupo comparte un programa radial de la Juventud con el Grupo Scout el cual se llama La Fogata
Con estas pocas palabras hemos tratado de contar un poco quienes somos y que hacemos. Pero invitamos a todos los jóvenes confirmados que se quieran sumar con nosotros en esta hermosa aventura que es seguir a Cristo y ser testigos fieles de su Amor Infinito, los sábados de 17 a 19 hs en el salón Juan Pablo II de ntra Parroquia.


jueves, 27 de agosto de 2009

LA VOCACIÓN EXPLICADA POR JUAN PABLO II
















En la parroquia nuestra Señora de Loudes de Neuquén Capital se reza por las vocaciones los primeros jueves de mes en el horario de:
19 hs: Adoración al Santísimo
19:30: Reza del santo rosario por las vocaciones
20 hs: Santa Misa

1. ¿A QUÉ TE LLAMA DIOS?

Me dirijo sobre todo a vosotros, queridísimos chicos y chicas, jóvenes y menos jóvenes, que os halláis en el momento decisivo de vuestra elección. Quisiera encontrarme con cada uno de vosotros personalmente, llamaros por vuestro nombre, hablaros de corazón a corazón de cosas extremadamente importantes, no sólo para vosotros individualmente, sino para la humanidad entera.Quisiera preguntaros a cada uno de vosotros: ¿Qué vas a hacer de tu vida? ¿Cuáles son tus proyectos? ¿Has pensado alguna vez en entregar tu existencia totalmente a Cristo? ¿Crees que pueda haber algo más grande que llevar a Jesús a los hombres y los hombres a Jesús?.

Os halláis en la encrucijada de vuestras vidas y debéis decidir cómo podéis vivir un futuro feliz, aceptando las responsabilidades del mundo que os rodea. Me habéis pedido que os dé ánimos y orientaciones, y con mucho gusto os ofrezco algunas palabras en el nombre de Jesucristo.
En primer lugar os digo: no penséis que estáis solos en esa decisión vuestra y en segundo lugar que cuando decidáis vuestro futuro, no debéis decidirlo sólo pensando en vosotros.La convicción que debemos compartir y extender es que la llamada a la santidad está dirigida a todos los cristianos. No se trata del privilegio de una élite espiritual. No se trata de que algunos se sientan con una audacia heroica. No se trata de un tranquilo refugio adaptado a cierta forma de piedad o a ciertos temperamentos naturales. Se trata de una gracia propuesta a todos los bautizados, según modalidades y grados diversos.

La santidad cristiana no consiste en ser impecables, sino en la lucha por no ceder y volver a levantarse siempre, después de cada caída. Y no deriva tanto de la fuerza de voluntad del hombre, sino más bien del esfuerzo por no obstaculizar nunca la acción de la gracia en la propia alma, y ser, más bien, sus humildes «colaboradores».Cada laico cristiano es una obra extraordinaria de la gracia de Dios y está llamado a las más altas cimas de santidad. A veces éstos no parecen apreciar totalmente la divinidad de su vocación. Su específica vocación y misión consiste en -como levadura- meter el Evangelio en la realidad del mundo en que viven.¡Seguid a Cristo: vosotros, los solteros todavía, o los que os estáis preparando para el matrimonio! ¡Seguid a Cristo! Vosotros jóvenes o viejos. ¡Seguid a Cristo! Vosotros enfermos o ancianos, los que sentís la necesidad de un amigo: ¡Seguid a Cristo!








2. ¿CUÁNDO Y CóMO LLAMA DIOS?



¡Cuántos jóvenes no poseen la verdad, y arrastran su existencia sin un «para qué»!; ¡Cuántos, quizá después de vanas y extenuantes búsquedas, desilusionados y amargados se han abandonado, y se abandonan todavía en la desesperación!¡Y cuántos han logrado encontrar la verdad después de angustiosos años llenos de interrogantes y experiencias tristes!Pensad, por ejemplo, en el dramático itinerario de San Agustín, para llegar a la luz de la verdad y a la paz de la inocencia reconquistada.¡Y qué suspiro lanzó cuando, finalmente, alcanzó la luz! Y exclama con nostalgia: «¡Qué tarde te amé! »

i Pensad en la fatiga que tuvo que pasar el célebre Cardenal Newman para llegar, con la fuerza de la lógica, al catolicismo! ¡Qué larga y dolorosa agonía espiritual!
Es verdaderamente impresionante saber que poseemos la verdad.Él os ha elegido, de modo misterioso, pero leal, para haceros con Él como Él, salvadores;Quiere transformaros en Él. Cristo os llama de verdad. Su llamada es exigente porque os invita a dejaros «pescar» por Él completamente, de modo que vuestra existencia se contemple bajo una luz diversa Tratad de vivir sólo para Él.

Hay un modo maravilloso de realizar el amor en la vida: se trata de la vocación de seguir a Cristo en el celibato libremente elegido o en la virginidad por amor del reino de los cielos. Pido a cada uno de vosotros que se interrogue seriamente sobre si Dios no lo llama hacia uno de estos caminos. Y a todos los que sospechan tener esta posible vocación personal, les digo: rezad tenazmente para tener la claridad necesaria, pero luego decid un alegre sí. En efecto, Dios ha pensado en nosotros desde la eternidad y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles, llamándonos a cada uno por nuestro nombre, como el Buen Pastor que «a sus ovejas las llama a cada una por su nombre».

3. VOCACIÓN A UNA ENTREGA TOTAL A CRISTO
Dios llama desde muy jóvenes. Durante los años de la juventud se va configurando en cada uno la propia personalidad. El futuro comienza ya a hacerse presente y el porvenir se ve como algo que está ya al alcance de las manos. Es el período en que se ve la vida como un proyecto prometedor a realizar del cual cada uno es y quiere ser protagonista. Es también el tiempo adecuado para discernir y tomar conciencia con más radicalidad de que la vida no puede desarrollarse al margen de Dios y de los demás. Es la hora de afrontar las grandes cuestiones, de la opción entre el egoísmo o la generosidad. Cada uno de vosotros está enfrentado ante el reto de dar pleno sentido a su vida, a la vida que se os ha concedido vivir. Sois jóvenes y queréis vivir. Pero debéis vivir plenamente y con una meta. Debéis vivir para Dios; para los demás. Y nadie puede vivir esta vida para sí mismo. El futuro es vuestro, pero el futuro es sobre todo una llamada y un reto a «encontrar» vuestra vida entregándola, «perdiéndola», compartiéndola mediante la amorosa entrega a los demás.

Dice Cristo: «El que ama su vida la pierde; pero el que aborrece su vida en este mundo, la encontrará para la vida eterna»'.Y la medida del éxito de vuestra vida dependerá de vuestra generosidad. Cristo dispone de toda la terapia para curar los males del mundo. Él, que ha querido considerarse médico a Sí mismo', nos ha enseñado que, si se quiere cambiar el mundo, hay que cambiar antes de nada el corazón del hombre. Es Dios quien llama y lo hizo desde la eternidad. Todos hemos sido llamados -cada uno de un modo concreto- para ir y dar fruto.Los discípulos fueron elegidos por el Maestro, no se presentaron voluntarios, al menos en su inicio, porque la amistad que ofrece Jesús es completamente gratuita. Y el que se siente querido de Jesús también se siente a su vez obligado a ser un discípulo fiel y activo. Y esto es dar fruto.

En la raíz de toda vocación no se da una iniciativa humana o personal con sus inevitables limitaciones, sino una misteriosa iniciativa de Dios.Desde la eternidad, desde que comenzamos a existir en los designios del Creador y Él nos quiso criaturas, también nos quiso llamados, preparándonos con dones y condiciones para la respuesta personal, consciente y oportuna a la llamada de Cristo o de la Iglesia. Dios que nos ama, que es Amor, es « Él quien llama».

La vocación es un misterio que el hombre -acoge y vive en lo más íntimo de su ser. Depende de su soberana libertad y escapa a nuestra comprensión. No tenemos que exigirle explicaciones, decirle: «¿por qué me haces esto?»2, puesto que Quien llama es el Dador de todos los bienes.Por eso ante su llamada, adoramos el misterio, respondemos con amor a su iniciativa amorosa y decimos sí a la vocación. Experimentar la vocación es un acontecimiento único, indecible, que sólo se percibe como suave soplo a través del toque esclarecedor de la gracia; un soplo del Espíritu Santo que, al mismo tiempo que perfila de verdad nuestra frágil realidad humana, enciende en nuestros corazones una luz nueva.Infunde una fuerza extraordinaria que incorpora nuestra existencia al quehacer divino.

El proceso de la vocación
Una vocación en la Iglesia, desde el punto de vista humano, comienza con descubrimiento: encontrar la perla de gran valor. Vosotros habéis descubierto a Jesús: su persona, su mensaje, su llamada. Después del inicial descubrimiento, sobreviene un diálogo en la oración, un diálogo entre Jesús y el que ha sido llamado, un diálogo que va más allá de las palabras y se expresa en el amor.Ciertas experiencias de entusiasmo religioso que a veces concede el Señor son únicamente gracias iniciales y pasajeras que tienen por objeto empujar hacia una decidida voluntad de conversión caminando con generosidad en fe, esperanza y amor.La llamada del hombre está primero en Dios: en su mente y en la elección que Dios mismo realiza y que el hombre tiene que leer en su propio corazón. Al percibir con claridad esta vocación que viene de Dios, el hombre experimenta la sensación de su propia insuficiencia. Trata incluso de defenderse ante la responsabilidad de la llamada. Y así, como sin querer, la llamada se convierte en el fruto de un diálogo interior con Dios y es, incluso, hasta a veces como el resultado de una batalla con Él.

Ante las reservas y dificultades que con la razón el hombre opone, Dios aporta el poder de su gracia. Y con el poder de esta gracia consigue el hombre la realización de su llamada.La respuesta a la vocación es siempre un Sí lleno de fe. La fe y el amor no se reducen a palabras o a sentimientos vagos. Creer en Dios y amar a Dios significa vivir toda la vida con coherencia a la luz del Evangelio, y esto no es fácil. ¡Sí! Muchas veces se necesita mucho coraje para ir contra la corriente de la moda o la mentalidad de este mundo. Pero, lo repito, éste es el único camino para edificar una vida bien acabada y plena.Y si a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo, alguna vez sois débiles no cumpliendo... sus mandamientos, ¡no os desaniméis! ¡Cristo os sigue esperando! Él, Jesús, es el Buen pastor que carga con la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con cariño para que sane'. Cristo es amigo que nunca defrauda.

El joven del Evangelio añade: «¿Qué me falta?». Aquél corazón joven movido por la gracia de Dios, siente un deseo de más generosidad, de más entrega, de más amor. Un deseo que es propio de la juventud; porque un corazón enamorado no calcula, no regatea, quiere darse sin medida.«Jesús fijando en él la mirada, lo amó y le dijo) ven y sígueme».A los que han entrado por la senda de la vida en el cumplimiento de los mandamientos el Señor les propone nuevos horizontes; el Señor les propone metas más elevadas y los llama a entregarse a ese amor sin reservas.Descubrir esta llamada, esta vocación, es caer en la cuenta de que Cristo tiene fijos los ojos en ti y que te invita con la mirada a la entrega total en el amor. Ante esa mirada, ante ese amor suyo, el corazón abre las puertas de par en par y es capaz de decirle que sí.Si algunos de vosotros siente una llamada a seguirle más de cerca, a dedicarle el corazón por entero como los apóstoles Juan y Pablo, que sea generoso, que no tenga miedo, porque no hay nada que temer cuando el premio que espera es Dios mismo, a quien, a veces sin saberlo, todo joven busca.

Jóvenes que me escucháis, jóvenes que sobre todo, queréis saber lo que habéis de hacer para alcanzar la vida eterna decid siempre que sí a Dios y Él os llenará de su alegría.«Una sola cosa te falta: ven y sígueme»¿Quizá hoy Jesús os está repitiendo a cada uno de vosotros: «Una sola cosa te falta»? ¿Quizá os está pidiendo más amor aún, más generosidad, más sacrificio? Sí, el amor de Cristo exige generosidad y sacrificio. Seguir a y servir al mundo en su nombre requiere coraje y fuerza. Ahí no hay lugar para el egoísmo ni para el miedo. No tengáis miedo, por tanto, cuando el amor sea exigente. No temáis cuando el amor requiera sacrificio.Por esto os digo a cada uno de vosotros: escuchad la llamada de Cristo, cuando sintáis que os dice: «Sígueme.» Camina sobre mis pasos. ¡Ven a mi lado, permanece en mi amor! Te pide que optes por Cristo. ¡La opción por Cristo y su modelo de vida; Por su mandamiento de amor!El amor verdadero es exigente. No cumpliría mi misión si no os lo hubiera dicho con toda claridad. El amor exige esfuerzo y compromiso personal para cumplir la voluntad de Dios.

Dificultades para la vocación
Desdichadamente vivimos en una época en la que el pecado se ha convertido hasta en una industria, que produce dinero, mueve planos económicos, da bienestar. Esta situación es realmente impresionante y terrible. ¡Es necesario no dejarse asustar ni presionar! ¡Cualquier época exige del cristiano «coherencia»!Sed valientes. El mundo necesita testigos, convencidos e intrépidos. No basta discutir, hay que actuar, vivir en gracia, practicar toda la ley moral, alimentad vuestra alma con el cuerpo de Cristo, recibiendo seria y periódicamente el Sacramento de la Penitencia. Servid. Estad disponibles a amar, a socorrer: a ayudar en casa, en el trabajo, en las diversiones, con los cercanos y los alejados.Meditad también con seriedad y generosidad, si el Señor llama a alguno de vosotros.

¿Cómo es posible esto? Buena pregunta. Nuestra bendita Madre, María de Nazaret hizo la misma pregunta por primera vez ante el extraordinario plan al que Dios la había destinado. Y la respuesta que recibió María de Dios Todopoderoso es la misma que os da a vosotros: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti porque para Dios nada es imposible».Conociendo bien la doctrina de Jesús es fácil actuar ante los retos de la vida sin miedo a equivocarnos o a estar solos, pues lo haremos, en todo momento y circunstancia, bajo la influyente guía de su propio Espíritu Santo, sea grande o pequeña. Os dirán que el sentido de la vida está en el mayor número de placeres posibles; intentarán convenceros de que este mundo es el único que existe y que vosotros debéis atrapar todo lo que podáis para vosotros mismos, ahora. Oiréis a la gente que os dirá: vuestra felicidad está en acumular dinero y en consumir tantas cosas como podáis, y cuando os sintáis infelices acudid a la evasión del alcohol o de la droga. Nada de esto es verdadero. Y nada de esto proporciona auténtica felicidad a vuestras vidas.Quizá venís de familias católicas asistís a Misa el domingo o incluso entre semana, rezáis en familia todos los días y espero que lo continuéis haciendo así toda la vida, pero puede acosaros la tentación de alejaros de Cristo. Oiréis decir a muchos que vuestras prácticas religiosas están irremediablemente desfasadas, fuera del estilo vuestro, fuera del estilo del futuro y que podéis organizar vuestras propias vidas y que ya Dios no cuenta.Incluso muchas personas religiosas seguirán esas actitudes arrastrados por la atmósfera circundante.Una sociedad así, perdidos sus más altos valores morales y religiosos es presa fácil para la manipulación y dominación de fuerzas que, so pretexto de liberar, esclavizan más aún.¡Jesús tiene la respuesta a vuestras preguntas y la clave de la historia!

En Cristo descubriréis la verdadera grandeza de vuestra propia humanidad.¡Él sigue llamándoos, Él sigue invitándoos! Sí. Cristo os llama, pero Él os llama de verdad. Su llamada es exigente, porque os invita a dejaros «pescar» completamente por Él, de modo que veréis toda vuestra vida bajo una luz nueva. Es el amigo que dice a sus discípulos: «Ya no os llamo siervos..., sino que os llamo amigos» demuestra su amistad entregando su vida por nosotros.La auténtica vida no se encuentra en uno mismo o en las cosas materiales. Se encuentra en otro, en Aquel que ha creado todo lo que de bueno, verdadero y hermoso hay en el mundo. La auténtica vida se encuentra en Dios, y vosotros descubriréis a Dios en la persona de Jesucristo.Para ver claro el camino: oración, sacramentos y dirección espiritual. Tratad de conocer a Jesús de modo auténtico, profundizad en su conocimiento para entrar en su amistad. El conocimiento de Jesús, rompe la soledad, supera la tristeza y la duda, da sentido a la vida, frena las pasiones, eleva los ideales, capacita para ayudar a acertar en las decisiones. Dejad que Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Buscadlo a través de la oración, en el diálogo sincero y asiduo con Él. Hacedle partícipe de los interrogantes que os van planteando los problemas y proyectos propios. Buscadle en su Palabra, en los santos Evangelios, y en la vida litúrgica de la Iglesia. Acudid a los sacramentos. Abrid con confianza vuestras aspiraciones más íntimas al amor de Cristo, que os espera en la Eucaristía. Hallaréis respuesta a todas vuestras inquietudes y veréis con gozo que la coherencia de la vida que Él os pide es la puerta para lograr la realización de los más nobles deseos de vuestra alma joven.Madurad en el recogimiento y la oración la elección que vais a hacer: si la voz del Señor resuena en lo más íntimo de vuestro corazón, quered escuchadle. «Si escucháis hoy mi voz: no endurezcáis vuestro corazón».¿Quién se atreverá a decir que no al Señor que te llama? Nadie puede permitirse equivocar el camino de su vida.Por tanto, meditadlo bien, rezad para tener la luz necesaria en vuestra elección y hecha la elección rezad todavía más para tener la fortaleza de permanecer, caminando siempre «de manera digna del Señor, procurando serle grato en todo».«Señor, que vea»; que vea, Señor, cual es tu voluntad para mí en cada momento, y sobre todo que vea en qué consiste ese designio de amor para toda mi vida, que es mi vocación. Y dame generosidad para decirte que sí y serte fiel, en el camino que quieras indicarme para que sea sal y luz en mi trabajo, en mi familia, en todo el mundo.

El sacramento de la penitencia, es un medio singularmente eficaz para el crecimiento espiritual. Indispensable para el fiel que habiendo caído en pecado grave quiere retornar a la vida de Dios.La dirección espiritual, que puede llevarse fuera del contexto del sacramento de la penitencia e incluso ser llevada por quien no tiene el orden sagrado, ayuda a superar el peligro de la arbitrariedad a la hora de conocer y decidir la propia vocación a la luz de Dios.Prontitud para decir Sí ante la grandeza de la llamada¡ Ánimo, jóvenes! ¡Cristo os llama y el mundo os espera! Recordad que el Reino de Dios necesita vuestra generosa y total entrega. No seáis como el joven rico, que invitado por Cristo, no supo decidirse y permaneció con sus bienes y con su tristeza, él, que había sido preguntado con una mirada de amor.`Sed como aquellos pescadores que llamados por Jesús, dejaron todo inmediatamente y llegaron a ser pescadores de hombres'.Sentid la grandeza de esta misión, dejaos arrastrar del todo por el torbellino en cuyo centro actúa Dios mismo, tened plena conciencia de realizar una misión insustituible. No permitáis que la insidia de la duda, del cansancio o de la desilusión empañen el frescor de la entrega.La alegría de ser generosos

Queridísimos: comprendéis que os hablo de cosas muy importantes. Se trata de dedicar la vida entera al servicio de Dios y de la Iglesia, de hacerlo con fe segura, con convicción madura y decisión libre, con generosidad a toda prueba y sin arrepentimiento. Abrid vuestro corazón al encuentro gozoso con Cristo. Pedid consejo. La Iglesia de Jesús debe continuar su misión en el mundo. Al hablaros de la vocación y al insistiros en seguir este camino, soy yo el humilde y apasionado servidor de aquel amor, que movía a Cristo cuando llamaba a los discípulos a seguirle.Estad seguros de que si le escuchaseis y le siguieseis os sentiríais llenos de gozo y alegría. Sed generosos, tened valor y recordad su promesa: «mi yugo es suave y mi carga ligera»

.Jóvenes: Cristo necesita de vosotros y os llama para ayudar a millones de hermanos vuestros a salvarse. Abrid vuestro corazón a Cristo, a su ley de amor; sin condicionar vuestra disponibilidad, sin miedos a respuestas definitivas, porque el amor y la amistad no tienen ocaso.Perseverancia y fidelidadEs fácil ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente a la hora de la exaltación, difícil serio a la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad a una coherencia que dure toda la vida.Su llamada es una declaración de amor. Vuestra respuesta es entrega, amistad, amor manifestado en la donación de la propia vida, como seguimiento definitivo.Ser fieles a Cristo es amarlo con toda el alma y con todo el corazón de forma que ese amor sea la norma y el motor de todas nuestras acciones.La fidelidad de Cristo alcanza en la Cruz su máxima y culminante expresión. De ahí que sea imprescindible la renuncia y la mortificación. Sin una ascética exigente y sin una disponibilidad para servirle profundamente enraizada en vuestro corazón, sin el hábito del olvido de sí, sería imposible amar de veras y ocuparse sólo de los intereses de Cristo.

Permitidme que os abra mi corazón para deciros que la principal preocupación ha de ser la fidelidad, la lealtad a la propia vocación, como discípulo que quiere seguir al Señor con una entrega total y con una disponibilidad apostólica sin condicionamientos ni fronteras. Sólo a la luz de esta entrega se pueden afrontar los demás problemas.La vocación es siempre apostólicaDios llama a quien quiere, por libre iniciativa de su amor. Pero quiere llamar a través de otras personas. Así quiere hacerlo el Señor Jesús. Fue Andrés quien condujo a Jesús a su hermano Pedro. Jesús llamó a Felipe, pero Felipe a Natanael…No debe existir ningún temor en proponer directamente a una persona joven o menos joven la llamada del Señor. Es un acto de estima y de confianza. Puede ser un momento de luz y de gracia.Ningún cristiano está exento de su responsabilidad apostólica, ninguno puede ser sustituido en las exigencias de su apostolado personal. ¡Ninguna actividad humana puede quedar ajena a vuestra pasión apostólica!.Son muchos vuestros coetáneos que no conocen a Cristo, o no lo conocen lo suficiente. Por consiguiente, no podéis permanecer callados e indiferentes.Ciertamente, la mies es mucha, y se necesitan obreros en abundancia. Cristo confía en vosotros y cuenta con vuestra colaboración. Os invito, pues, a renovar vuestro compromiso apostólico. ¡Cristo tiene necesidad de vosotros! Responded a su llamamiento con el valor y el entusiasmo característicos de vuestra edad.

3a) LA ENTREGA TOTAL EN MEDIO DEL MUNDO
No hay vocación más religiosa que el trabajo. Un laico católico, hombre o mujer, es alguien que toma el trabajo en serio. Sólo el cristianismo ha dado un sentido religioso al trabajo y reconoce el valor espiritual del progreso tecnológico.Tenéis como finalidad la santificación de la vida permaneciendo en el mundo, en el propio puesto de trabajo y de profesión: vivir el Evangelio en el mundo, viviendo verdaderamente inmersos en el mundo, pero para transformarlo y redimirlo con el propio amor de Cristo. Realmente es una gran ideal el vuestro.Tal es vuestro mensaje y vuestra espiritualidad: vivir unidos a Dios en medio del mundo, en cualquier situación, cada uno luchando por ser mejor con la ayuda de la gracia, y dando a conocer a Jesucristo con el testimonio de la propia vida.¿Hay algo más bello y más apasionante que este ideal?

Vosotros, insertos y mezclados en esta humanidad alegre y dolorosa, queréis amarla, iluminarla, salvarla: ¡benditos seáis y siempre animosos en este vuestro intento!Vale la pena dedicarse al hombre por Cristo, para llevarle a Él, para elevarlo, para ayudarle en el camino hacia la eternidad; vale la pena por el Reino del Señor vivir ese precioso valor del cristianismo: el celibato apostólico.Sed testigos de Cristo frente a vuestros coetáneos. De este modo fortaleceréis vuestra vida de creyentes seguros de comprometeros en una causa grande y podréis seguir la voz del Espíritu Santo. Y si esta voz os llama a un amor más elevado y generoso no tengáis miedo.Con el corazón encendido, dialogando con el Señor, tal vez alguno de vosotros se dé cuenta de que Jesús le pide más, de que le llama a que, por su amor, se lo entregue todo. Queridos jóvenes, quisiera deciros a cada uno: Si tal llamada llega a tu corazón, no la acalles. Deja que se desarrolle hasta la madurez de una auténtica vocación. Colabora con esa llamada a través de la oración y la fidelidad a los mandamientos. Hay -lo sabéis bien- una gran necesidad de vocaciones de laicos comprometidos que sigan más de cerca a Jesús. «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies». Con este programa la Iglesia se dirige a vosotros, jóvenes. Rogad también vosotros. Y, si el fruto de esta oración de la Iglesia llega a nacer en lo íntimo de vuestro corazón, escuchad al Maestro que os dice: «Sígueme». No tengáis miedo y dadle, si os lo pide, vuestro corazón y vuestra vida entera.

3b) VOCACIÓN MATRIMONIAL
Toda la historia de la humanidad es la historia de la necesidad de amar y de ser amado.El corazón -símbolo de la amistad y del amor- tiene también sus normas, su ética y... nada tiene que ver con la sensiblería y menos aún con el sentimentalismo.Jóvenes, ¡alzad con frecuencia los ojos a Jesucristo! ¡No tengáis miedo! Jesús no vino a condenar el amor, sino a liberar el amor de sus equívocos y falsificaciones.El ser humano es un ser corporal no es un objeto cualquiera. Es, ante todo, alguien; en el sentido de que es una manifestación de la persona, un medio de presencia entre los demás, de comunicación. El cuerpo es una palabra, un lenguaje. ¡Qué maravilla y qué riesgo al mismo tiempo! ¡Tened un gran respeto de vuestro cuerpo y del de los demás! ¡Que vuestros gestos, vuestras miradas, sean siempre el reflejo de vuestra alma!Jóvenes, la unión de los cuerpos ha sido siempre el lenguaje más fuerte con el que dos seres pueden comunicarse entre sí. Y por eso mismo, un lenguaje semejante, que afecta al misterio sagrado del hombre y de la mujer, exige que no se realicen jamás los gestos del amor sin que se aseguren las condiciones de una posesión total y definitiva de la pareja, y que la decisión sea tomada públicamente mediante el matrimonio.

Y a aquellos a los que Cristo llama a la vocación matrimonial les digo: estad seguros del amor de la Iglesia hacia vosotros. La vida familiar cristiana y la fidelidad de toda la vida en el matrimonio son también hoy necesarios para el mundo.Escucha, en el fondo del corazón a tu conciencia que te llama a ser puro: al serio compromiso del matrimonio que es cimiento de un sólido edificio. No se puede alimentar un hogar con el fuego del placer que se consume rápidamente, como un puñado de hierba seca. Los encuentros ocasionales son simples caricaturas del amor, hierven los corazones y descarnan el plan divino.¿Qué quiere Jesús de mí? ¿A qué me llama? ¿Cuál es el sentido de su llamada para mí?Para la gran mayoría de vosotros, el amor humano se presenta corno una forma de autorrealización en la formación de una familia. Por eso, en el nombre de Cristo deseo preguntaros: ¿Estáis dispuestos a seguir la llamada de Cristo a través del sacramento del matrimonio, para ser procreadores de nuevas vidas, formadores de nuevos peregrinos hacia la ciudad celeste?La familia es un misterio de amor, al colaborar directamente en la obra creadora de Dios.

Amadísimos jóvenes, un gran sector de la sociedad no acepta las enseñanzas de Cristo, y, en consecuencia toma otros derroteros: el hedonismo, el divorcio, el aborto, control de la natalidad, los medios contraceptivos. Estas formas de entender la vida están en claro contraste con la Ley de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Seguir fielmente a Cristo quiere decir poner en práctica el mensaje evangélico, que implica también la castidad, la defensa de la vida, así como la indisolubilidad del vínculo matrimonial, que no es un mero contrato que se pueda romper arbitrariamente.Viendo el «permisivismo» del mundo moderno, que niega o minimiza la autenticidad de los principios cristianos, es fácil y atrayente respirar esta mentalidad contaminada y sucumbir al deseo pasajero. Pero tened en cuenta que los que actúan de este modo no siguen ni aman a Cristo. En esta decisión cristiana, el amor es más fuerte que la muerte. Por eso os pregunto nuevamente: ¿Estáis dispuestos y dispuestas a salvaguardar la vida humana con el máximo cuidado en todos los instantes, aún en los más difíciles? ¿Estáis dispuestos corno jóvenes cristianos a vivir y a defender el amor a través del matrimonio indisoluble, a proteger la estabilidad de la familia, la educación equilibrada de los hijos, al amparo del amor paterno y materno que se complementan mutuamente? Este es el testimonio cristiano que se espera de la mayoría de vosotros y de vosotras.

3c) VOCACIÓN SACERDOTAL
Muchas veces me preguntan, sobre todo la gente joven, por qué me hice sacerdote. Quizá alguno de vosotros queráis hacerme la misma pregunta. Os contestaré brevemente.Pero tengo que empezar por decir que es imposible explicarla por completo. Porque no deja de ser un misterio hasta para mí mismo. ¿Cómo se pueden explicar los caminos del Señor? Con todo, sé que en cierto momento de mi vida me convencí de que Cristo me decía lo que había dicho a miles de jóvenes antes que a mí: «¡Ven y sígueme!» Sentí muy claramente que la voz que oía en mi corazón no era humana ni una ocurrencia mía. Cristo me llamaba para servirle como sacerdote.Y como ya lo habréis adivinado, estoy profundamente agradecido a Dios por mi vocación al sacerdocio. Nada tiene para mí mayor sentido ni me da mayor alegría que celebrar la Misa todos los días y servir al Pueblo de Dios en la Iglesia. Ha sido así desde el mismo día de mi ordenación sacerdotal. Nada lo ha cambiado, ni siquiera el llegar a ser Papa. Recuerdo con profunda emoción el encuentro que tuvo lugar en Nagasaki entre un misionero que acababa de llegar y un grupo de personas que, una vez convencidas de que era un sacerdote católico, le dijeron: «Hemos estado esperándote durante siglos». Habían estado sin sacerdote, sin iglesias y sin culto durante más de doscientos años. Y sin embargo, a pesar de circunstancias adversas, la fe cristiana no había desaparecido; se había transmitido dentro de la familia de generación en generación.

La vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad según la forma que nace del sacramento del Orden. Santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo pobre, casto y humilde, es amor sin reservas a las almas y entrega a un bien verdadero, es amor a la Iglesia que es santa y nos quiere santos porque tal es la misión que Cristo le ha confiado. Cada uno debe ser santo para ayudar a los demás a seguir su vocación a la santidad.Deseáis descubrir si verdaderamente sois llamados al sacerdocio. La cuestión es seria, porque requiere prepararse bien, con rectitud de intención y exige una seria formación. Su llamada es una declaración de amor. Vuestra respuesta es entrega, amistad, amor manifestado en la donación de la propia vida, como seguimiento definitivo y como participación permanente en su misión y en su consagración. Decidirse es amarlo con toda el alma y con todo el corazón, de forma que ese amor sea la norma y el motor de vuestras acciones. Vivid desde ahora plenamente la Eucaristía; Sed personas para quienes el centro y el culmen de toda la vida es la Santa Misa, la comunión y la adoración eucarística. Ofreced a Cristo vuestro corazón en la meditación y en la oración personal que es el fundamento de la vida espiritual.¡El mundo mira al sacerdote porque mira a Jesús!¡Nadie puede ver a Cristo, pero todos ven al sacerdote y por medio de él quieren ver al Señor!¡Qué inmensa la grandeza y dignidad del sacerdote!«Orad, pues, al dueño de la mies para que mande obreros a su mies... »Considerando que la Eucaristía es el don más grande que da el Señor a la Iglesia, es preciso pedir sacerdotes, puesto que el sacerdocio es un don para la Iglesia. Se debe rezar con insistencia para conseguir ese regalo. Debe pedirse de rodillas.Llamados, consagrados, enviados. Esta triple dimensión explica y determina vuestra conducta y vuestro estilo de vida. Estáis «puestos aparte»; «segregados», pero «no separados». Más bien os separaría olvidar o descuidar el sentido de la consagración que distingue vuestro sacerdocio. Ser uno más en la profesión, en el estilo de vida, en el modo de vivir, en el compromiso político, no os ayudaría a realizar plenamente vuestra misión; defraudaríais a vuestros propios fieles, que os quieren sacerdotes de cuerpo entero.

3d) VOCACIÓN RELIGIOSA
Y si alguno o alguna de vosotros advierte la llamada de Cristo al don total de sí en la vida religiosa, no rechace una propuesta tan elevada, aunque sea exigente. Que encuentre la valentía de un sí generoso y fuerte, que pueda dar una inigualable plenitud de sentido a toda la vida.La vocación religiosa es un don libremente ofrecido y libremente aceptado. Es una profunda expresión del amor de Dios hacia vosotros y, por vuestra parte, requiere a cambio un amor total a Cristo. Por tanto toda la vida de un religioso está encaminada a estrechar el lazo de amor que fue primero forjado en el sacramento del bautismo.Estáis llamados a realizar esto en la consagración religiosa mediante la profesión de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia.Me es grato reafirmar con fuerza el papel eminentemente apostólico de las monjas de clausura. Dejar el mundo para dedicarse -en la soledad- a una oración más profunda y constante no es más que una forma particular... de ser apóstol.

Sería un error considerar a las monjas de clausura como criaturas separadas de sus contemporáneos, aisladas y como apartadas del mundo y de la Iglesia; están, por el contrario, presentes de la manera más profunda posible, con la misma ternura de Cristo. Es por ello, lógico que los Obispos de las nuevas Iglesias soliciten como una gracia especial, la posibilidad de acoger un monasterio de religiosas contemplativas, aún cuando el número de las activas sea todavía insuficiente.La juventud contemporánea no está cerrada al llamamiento evangélico, como se afirma con excesiva facilidad. Claro está que puede encaminarse espontáneamente a caminos nuevos; de todos modos se siente igualmente atraída por las congregaciones antiguas que les presentan un rostro vivo y siguen fieles a exigencias radicales y presentadas con sensatez.Basta consultar la historia de la Iglesia para ver una prueba de ello.

Pero las adaptaciones que nacen de la relajación o llevan a ella no pueden de ninguna manera atraer a los jóvenes, porque éstos en el fondo de sí mismos tienen capacidad de una entrega total aunque algunas aparezcan vacilantes o bloqueadas.Quiero recordar aquí de modo particular a las 400 jóvenes religiosas de vida contemplativa de España que me han manifestado sus deseos de estar con nosotros. Sé ciertamente que están muy unidas a todos nosotros a través de la oración en el silencio del claustro. Hace siete años, muchas de ellas asistieron al encuentro que tuve con los jóvenes en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid. Después respondiendo generosamente a la llamada de Cristo, le han seguido de por vida. Ahora se dedican a rezar por la Iglesia, pero sobre todo por vosotros y vosotras, jóvenes, para que sepáis responder también con generosidad a la llamada de Jesús.


4. EL EJEMPLO DE MARÍAPara los jóvenes sobre todo, mi mensaje se hace invitación y exhortación. Quisiera que la juventud del mundo entero se acercase más a María. Ella es portadora de un signo indeleble de juventud y belleza que no pasan jamás. Que los jóvenes tengan cada vez más su confianza en Ella y que confíen a Ella la vida que se abre ante ellos.¿Qué nos dirá María, nuestra Madre y Maestra? En el Evangelio encontramos una frase en la que María se manifiesta realmente como Maestra. Es la frase que pronunció en las bodas de Caná. Después de haber dicho a su Hijo: «No tienen vino», dice a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga».Y estas palabras encierran un mensaje muy importante, válido para todos los hombres de todos los tiempos. Ese «Haced lo que Él os diga» significa: escuchad a Jesús, mi Hijo; actuad según su palabra y confiad en Él. Aprended a decir que «Sí» al Señor en cada circunstancia de vuestra vida. Es un mensaje muy reconfortante, del cual todos tenemos necesidad.«Haced lo que Él os diga.» En estas palabras María expresa, sobre todo, el secreto más profundo de su vida. En estas palabras está toda Ella. Su vida, de hecho, ha sido un «Sí» profundo al Señor. Un «Sí» lleno de gozo y de confianza.Es preciso, pues, que acojáis a María en vuestras jóvenes vidas, igual que el Apóstol Juan la acogió «en su casa».

Que le permitáis ser vuestra Madre. Que abráis ante Ella vuestros corazones y vuestras conciencias. Que Ella os ayude a encontrar siempre a Cristo, para «seguirlo», por cada uno de los caminos de vuestra vida.«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».Este fue el momento de la vocación de María. Y de ese momento dependió la posibilidad misma de la Navidad. Sin el «sí» de María, Jesús no hubiera nacido.

martes, 9 de junio de 2009

LA VOCACION Y LA SANTIDAD

En la parroquia Ntra Sra de Lourdes se reza todos los primeros jueves de mes por las vocaciones.
Comenzando a las 19 hs con la Adoración Eucarística, luego 19:30 hs el rosario y a las 20:00 hs la Santa Misa
Del mensaje de JPII a la XXXIX Jornada Mundial de Oracion por las Vocaciones,21-IV-2002

Venerables Hermanos en el Episcopado,queridos Hermanos y Hermanas: l. A todos vosotros “los queridos por Dios y santos por vocación, la gracia y la paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo” (Rom.1,7). Estas palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Roma nos introducen en el tema de la próxima Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones: “La vocación a la santidad”. ¡La santidad! He aquí la gracia y la meta de todo creyente, conforme nos recuerda el Libro del Levítico: “Sed santos, porque yo, el Señor, Dios vuestro, soy santo” (19,2). En la Carta apostólica Novo millennio ineunte he invitado a poner “la programación pastoral en el signo de la santidad”, para “expresar la convicción de que si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial…Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este “alto grado” de la vida cristiana ordinaria: la vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta dirección” (n° 31). Tarea primaria de la Iglesia es acompañar a los cristianos por el camino de la santidad, con el fin de que iluminados por la inteligencia de la fe, aprendan a conocer y a contemplar el rostro de Cristo y a redescubrir en Él la auténtica identidad y la misión que el Señor confía a cada uno. De tal modo que lleguen a estar “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, teniendo como piedra angular al mismo Jesucristo. En Él cada construcción crece bien ordenada para ser templo santo en el Señor” (Ef. 2. 20-21). La Iglesia reúne en sí todas las vocaciones que Dios suscita entre sus hijos y se configura a sí misma como reflejo luminoso del misterio de la Santísima Trinidad. Como “pueblo congregado por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, lleva en sí el misterio del Padre que llama a todos a santificar su nombre y a cumplir su voluntad; custodia el misterio del Hijo que, mandado por el Padre a anunciar el reino de Dios, invita a todos a seguirle; es depositaria del misterio del Espíritu Santo que consagra para la misión que el Padre ha elegido mediante su Hijo Jesucristo. Porque la Comunidad eclesial es el lugar donde se expresan las diversas vocaciones suscitadas por el Señor, en el contexto de la Jornada Mundial, que tendrá lugar el próximo 21 de abril, IV Domingo de Pascua, se desarrollará el tercer Congreso Continental por las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada en Norteamérica. Me alegro de dirigir a los promotores y a los participantes mis benevolentes saludos y de expresar viva complacencia por una iniciativa que afronta uno de los problemas cruciales de la Iglesia que existe en América y por la Nueva Evangelización del Continente. Invito a todos, para que encuentro tan importante pueda suscitar un renovado empeño en el servicio de las vocaciones y un entusiasmo más generoso entre los cristianos del “Nuevo Mundo”. 2. La Iglesia es “casa de la santidad” y la caridad de Cristo, difundida por el Espíritu Santo, constituye su alma. Por ella todos los cristianos deben ayudarse recíprocamente en descubrir y realizar su vocación a la escucha de la Palabra de Dios, en la oración, en la asidua participación a los Sacramentos y en la búsqueda constante del rostro de Cristo en cada hermano. De tal modo cada uno, según sus dones, avanza en el camino de la fe, tiene pronta la esperanza y obra mediante la caridad (Cf. Lumen gentium, 4.1) mientras la Iglesia “revela y revive la infinita riqueza del misterio de Jesucristo (Christifideles laici, 55) y consigue que la santidad de Dios entre en cada estado y situación de vida, para que todos los cristianos lleguen a ser operarios de la viña del Señor y edifiquen el Cuerpo de Cristo. Si cada vocación en la Iglesia está al servicio de la santidad, algunas, sobre todo, como la vocación al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada lo son de modo especialísimo. Es a estas vocaciones a las que invito a mirar hoy con particular atención, intensificando su oración por ellas. La vocación al ministerio sacerdotal “es esencialmente una llamada a la santidad, en la forma que brota del sacramento del Orden. La santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo pobre, casto, y humilde; es amor sin reserva a las almas y donación al verdadero bien; es amor a la Iglesia que es santa y nos quiere santos, porque tal es la misión que Cristo le ha confiado” (Pastores dabo vobis, 33). Jesús llama a los Apóstoles” para que estén con Él”.(Mc 3,14) en una intimidad privilegiada (cfr Lc 8, 1- 2; 22, 28). No sólo los hace partícipes de los misterios del Reino de los cielos (Cfr Mt.13,16-18) sino que espera de ellos una fidelidad más alta y acorde con el ministerio apostólico al que les llama. Les exige una pobreza más rigurosa (Cfr. Mt 19, 22-23), la humildad del siervo que se hace el último de todos (cfr. Mt. 20, 25-27). Les pide la fe en los poderes recibidos (Cfr. Mt.17,19-21, la oración y el ayuno como instrumentos eficaces de apostolado (cfr. Mc 9, 29) y el desinterés: “Gratuitamente habéis recibido, dad gratuitamente ”. (Mt. 10, 8). De ellos espera la prudencia unida a la simplicidad y a la rectitud moral (cfr. Mt. 10, 26-28) y el abandono a la Providencia (Cfr. Lc 9, 1-3); 19, 22-23). No debe faltarles la conciencia de la responsabilidad asumida, en cuanto administradores de los sacramentos instituidos por el Maestro y operarios de su viña (cfr. Lc 12, 43-48). La vida consagrada revela la íntima naturaleza de cada vocación cristiana a la santidad y la tensión de toda la Iglesia-Esposa hacia Cristo, “su único Esposo”. “La profesión de los consejos evangélicos está íntimamente conectada con el misterio de Cristo, teniendo el deber de hacerlos presentes en la forma de vida que ellos elijan, añadiéndolo como valor absoluto y escatológico (Vita consecrata, 29). Las vocaciones a estos estados de vida son dones preciosos y necesarios, que atestiguan también hoy el seguimiento de Cristo casto, pobre y obediente, el testimonio del primado absoluto de Dios y el servicio a la humanidad en el estilo del Redentor representan caminos privilegiados hacia una plenitud de vida espiritual. La escasez de candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada, que se registra en algunos contextos de hoy, lejos de conducirnos a exigir menos y a contentarse con una formación y una espiritualidad mediocres, debe impulsarnos sobre todo a una mayor atención en la selección y en la formación de cuantos, una vez constituidos ministros y testigos de Cristo, estén llamados a confirmar con la santidad de vida lo que anuncian y celebran. 3. Es necesario poner en evidencia todos los medios para que las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, esenciales para la vida y la santidad del Pueblo de Dios, estén continuamente en el centro de la espiritualidad de la acción pastoral y de la oración de los fieles.Los Obispos y presbíteros sean, primeramente los testigos de la santidad del ministerio recibido como don. Con la vida y la enseñanza muestren el gozo de seguir a Jesús, Buen Pastor y la eficacia renovadora del misterio de su Pascua de redención. Hagan visible con su ejemplo, de modo particular a las jóvenes generaciones, la entusiasmante aventura reservada a quien, sobre las huellas del Divino Maestro, elige pertenecer completamente a Dios y se ofrece a sí mismo para que cada hombre pueda tener vida en abundancia. (Cfr. Jn 10, 10). Consagrados y consagradas, que viven “en el mismo corazón de la Iglesia como elemento decisivo para su misión” (Vita consecrata, 3), muestren que su existencia está sólidamente radicada en Cristo, que la vida religiosa es “casa y escuela de comunión” (Novo millennio ineunte, 43), que en su humilde y fiel servicio al hombre aliente aquella “fantasía de la caridad” (ibid., 50) que el Espíritu Santo mantiene siempre viva en la Iglesia. ¡No olviden que en el amor a la contemplación, en el gozo de servir a los hermanos, en la castidad vivida por el Reino de los Cielos, en la generosa dedicación a su ministerio reside la fuerza de cada propuesta vocacional! Las familias están llamadas a jugar un papel decisivo para el futuro de las vocaciones en la Iglesia. La santidad del amor esponsal, la armonía de la vida familiar, el espíritu de fe con el que se afrontan los problemas diarios de la vida, la apertura a los otros, sobre todo a los más pobres, la participación en la vida de la comunidad cristiana constituyen el ambiente adecuado para la escucha de la llamada divina y para una generosa respuesta de parte de los hijos. 4. “Rogad pues, al dueño de la mies para que envíe operarios a su mies” ( Mt. 9,38; Lc 10, 2) En obediencia al mandato de Cristo, cada Jornada Mundial se caracteriza como momento de oración intensa, que compromete a la Comunidad cristiana entera en una incesante y fervorosa invocación a Dios por las vocaciones. ¡Qué importante es que las comunidades cristianas lleguen a ser verdaderas escuelas de oración (Cfr. Novo millennio ineunte, 33), capaces de educar en el diálogo con Dios y formar a los fieles en abrirse siempre más al amor con que el Padre “ha amado tanto al mundo hasta mandar a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16)! La oración cultivada y vivida ayudará a dejarse guiar por el Espíritu de Cristo para colaborar en la edificación de la Iglesia en la caridad. En tal ambiente, el discípulo crece en el deseo ardiente que cada hombre encuentra en Cristo y alcanza la verdadera libertad de los hijos de Dios. Tal deseo conducirá al creyente, bajo el ejemplo de María, a estar disponible para pronunciar un “sí” lleno y generoso al Señor que le llama a ser ministro de la Palabra, de los Sacramentos y de la Caridad, o pueda ser signo viviente de la vida casta, pobre y obediente de Cristo entre los hombres de nuestro tiempo. ¡El Dueño de la mies haga que no falten en su Iglesia numerosas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas!


ORACIONPadre Santo: mira nuestra humanidad, que da los primeros pasos en el camino del tercer milenio. Su vida sigue marcada fuertemente todavía por el odio, la violencia, la opresión, pero el hambre de justicia, de verdad y de gracia, encuentra espacio en el corazón de tantos, que esperan la salvación, llevada a cabo por Ti, por medio de tu Hijo Jesús. Necesitamos mensajeros animosos del Evangelio, siervos generosos de la humanidad sufriente. Envía a tu Iglesia, te rogamos, presbíteros santos, que santifiquen a tu pueblo con los instrumentos de tu gracia.Envía numerosos consagrados que muestren tu santidad en medio del mundo.Envía a tu viña, santos operarios que trabajen con el ardor de la caridad y, movidos por tu Espíritu Santo, lleven la salvación de Cristo hasta los últimos confines de la tierra. Amén

En Castel Gandolfo, 8 de septiembre del 2001.

IOANNES PAULUS PP. II

jueves, 4 de junio de 2009

¿Qué es la adoración Eucarística?
Es adorar a Dios presente en la Eucaristía. Veamos: Jesucristo, al comer la Pascua judía con los suyos, aquella noche en la que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, dando gracias bendijo al Padre y lo pasó a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él, esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros”, al final de la cena, tomó el cáliz de vino, volvió a dar gracias y a bendecir al Padre y pasándolo a los discípulos dijo: “Tomad y bebed todos de él, este es el cáliz de mi sangre. Sangre de la Alianza Nueva y Eterna que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados.” Conviene repetirlo, dijo sobre el pan: “Esto es mi cuerpo”, y sobre el vino: “Esta es mi sangre”. Pero, no sólo eso, agrego también: “Haced esto en conmemoración mía”. Les dio el mandato, “haced esto”, el mandato de hacer lo mismo, de repetir el gesto y las palabras sacramentales. Nacía así la Eucaristía y el sacerdocio ministerial. Cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras consagratorias es Jesucristo quien lo ha hecho y se hace presente su cuerpo y su sangre, su Persona Divina. Porque Jesucristo es Dios verdadero y hombre verdadero. Siendo Jesucristo Dios y estando presente en la Eucaristía, entonces se le debe adoración. En la Eucaristía estamos adorando a Dios en Jesucristo, y Dios es Uno y Trino, porque en Dios no hay divisiones. Jesucristo es Uno con el Padre y el Espíritu Santo y, como enseña el Concilio de Trento, está verdaderamente, realmente, substancialmente presente en la Eucaristía.

Los invitamos a todos aquellos que quieran concurrir a la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, Neuquén,Argentina a la Adoracion Nocturna que se realiza en el oratorio, la cual comienza a las 00:00 y termina a las 08:00 hs. Se realiza todos los primer viernes del mes. Muchas gracias

martes, 7 de abril de 2009


PRODUCCIONES CECI !!!


INVITACION AL GRUPO JUVENIL JUAN PABLO II

El grupo juvenil Juan Pablo II los invita a sumarse a quienes hallan realizado el sacramento de la confirmacion los dias sábados en la Parroquia Ntra Sra de Lourdes de Nqn Capital. El horario de reunion es de las 17 hasta las 19 hs
LOS ESPERAMOS!!!

¿QUE ES SER SANTO Y COMO SERLO?

Ser santo es participar de la santidad de Dios. Nuestro Padre, nos creó para ser santos. (Ver:
Dios nos ha llamado y nos capacita a todos a ser santos: "Sean santos... porque Yo, el Señor, soy santo" (Lev 19,2; Mt 5, 48). Cristo vino al mundo para hacer posible nuestra santidad. Es por eso que en el Nuevo Testamento se le llama "santos" a los cristianos (1Cor 1, 12; Rm 1, 5; 1Pe 1, 15-16). Son santos solo si viven su fe (Apoc 21, 2.10). Los santos del cielo murieron en gracia de Dios. Su santidad comenzó en la tierra.
Los santos «han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo» (Hechos de los Apóstoles,15, 26).
Papa Benedicto XVI: "El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo".
Los hombres perdimos la vida de gracia al apartarnos de Dios por el pecado, pero Jesucristo nos reconcilió con el Padre muriendo por nosotros en la Cruz. Por el bautismo recibimos los méritos de ese sacrificio de Cristo, somos liberados del pecado e injertados en Cristo para ser Hijos de Dios y participar de su santidad. San Pablo usa la palabra "santos" para referirse a los fieles que viven la nueva vida en el Espíritu Santo. (2 Cor. 13,12; Ef. 1,1)
La Iglesia es una gran familia en la que Dios es Padre, Jesús el Hermano Mayor, el Espíritu Santo es el santificador que comunica amor entre los miembros de tal manera que, aunque no los hemos visto, podemos llegar a conocer y amar mucho a los santos. Ellos nos enseñan, guían e interceden por nosotros. María es la madre de la familia santa.
Aunque Jesucristo, el Sol de Justicia, ha sido rechazado por la humanidad, el cielo de la Santa Iglesia no ha dejado de tener su luz que ilumina a quien abra su corazón. Los santos son esas personas heroicas que brillan con el Señor.
Se le llama santo a lo que está consagrado al servicio de Dios, sea persona, cosa, lugar, tiempo.

¿CÓMO SERLO?
COMO SER SANTOS Benedicto XVI
El luminoso ejemplo de los santos despierta en nosotros el gran deseo de ser como ellos, felices de vivir junto a Dios, en su Luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir en la cercanía de Dios, vivir en su familia, y esta es la vocación de todos nosotros, confirmada con vigor por el Concilio Vaticano II.Pero, ¿cómo podemos convertirnos en santos, amigos de Dios?. A esta pregunta se puede responder, ante todo, con un enunciado negativo: para ser santos no es necesario realizar acciones y obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales. Luego viene la respuesta positiva: es necesario ante todo escuchar a Jesús y después seguirle, sin desalentarse ante las dificultades. La experiencia de la Iglesia demuestra que toda forma de santidad, si bien sigue caminos diferentes, siempre pasa por el camino de la cruz, el camino de la renuncia a sí mismo. Las biografías de los santos describen a hombres y mujeres que, siendo dóciles a los designios divinos, afrontaron en ocasiones pruebas y sufrimientos inenarrables, persecuciones y martirios. El ejemplo de los santos es para nosotros un aliento a seguir los mismos pasos y a experimentar la alegría de quien se fía de Dios, pues la única causa de tristeza y de infelicidad para el hombre se debe al hecho de vivir lejos de Él. El camino que conduce a la santidad es presentado por el camino de las Bienaventuranzas. En la medida en que acogemos la propuesta [de Cristo ndr.] y le seguimos --cada uno en sus circunstancias-- también nosotros podemos participar en la bienaventuranza. Con Él lo imposible se hace posible.

JUAN PABLO, MI VIDA, EN EL CUARTO ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO

MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
"Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10)
Queridos amigos:
El próximo domingo de Ramos celebraremos en el ámbito diocesano la XXIV Jornada Mundial de la Juventud. Mientras nos preparamos a esta celebración anual, recuerdo con enorme gratitud al Señor el encuentro que tuvimos en Sydney, en julio del año pasado. Un encuentro inolvidable, durante el cual el Espíritu Santo renovó la vida de tantos jóvenes que acudieron desde todos los lugares del mundo. La alegría de la fiesta y el entusiasmo espiritual experimentados en esos días, fueron un signo elocuente de la presencia del Espíritu de Cristo. Ahora nos encaminamos hacia el encuentro internacional programado para 2011 en Madrid y que tendrá como tema las palabras del apóstol Pablo: "Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe" (cf. Col 2,7). Teniendo en cuenta esta cita mundial de jóvenes, queremos hacer juntos un camino formativo, reflexionando en 2009 sobre la afirmación de san Pablo: "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10), y en 2010 sobre la pregunta del joven rico a Jesús: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" (Mc 10,17).
La juventud, tiempo de esperanza
En Sydney, nuestra atención se centró en lo que el Espíritu Santo dice hoy a los creyentes y, concretamente a vosotros, queridos jóvenes. Durante la Santa Misa final os exhorté a dejaros plasmar por Él para ser mensajeros del amor divino, capaces de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad. Verdaderamente, la cuestión de la esperanza está en el centro de nuestra vida de seres humanos y de nuestra misión de cristianos, sobre todo en la época contemporánea. Todos advertimos la necesidad de esperanza, pero no de cualquier esperanza, sino de una esperanza firme y creíble, como he subrayado en la Encíclica Spe salvi. La juventud, en particular, es tiempo de esperanzas, porque mira hacia el futuro con diversas expectativas. Cuando se es joven se alimentan ideales, sueños y proyectos; la juventud es el tiempo en el que maduran opciones decisivas para el resto de la vida. Y tal vez por esto es la etapa de la existencia en la que afloran con fuerza las preguntas de fondo: ¿Por qué estoy en el mundo? ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Qué será de mi vida? Y también, ¿cómo alcanzar la felicidad? ¿Por qué el sufrimiento, la enfermedad y la muerte? ¿Qué hay más allá de la muerte? Preguntas que son apremiantes cuando nos tenemos que medir con obstáculos que a veces parecen insuperables: dificultades en los estudios, falta de trabajo, incomprensiones en la familia, crisis en las relaciones de amistad y en la construcción de un proyecto de pareja, enfermedades o incapacidades, carencia de recursos adecuados a causa de la actual y generalizada crisis económica y social. Nos preguntamos entonces: ¿Dónde encontrar y cómo mantener viva en el corazón la llama de la esperanza?
En búsqueda de la "gran esperanza"
La experiencia demuestra que las cualidades personales y los bienes materiales no son suficientes para asegurar esa esperanza que el ánimo humano busca constantemente. Como he escrito en la citada Encíclica Spe salvi, la política, la ciencia, la técnica, la economía o cualquier otro recurso material por sí solos no son suficientes para ofrecer la gran esperanza a la que todos aspiramos. Esta esperanza "sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar" (n. 31). Por eso, una de las consecuencias principales del olvido de Dios es la desorientación que caracteriza nuestras sociedades, que se manifiesta en la soledad y la violencia, en la insatisfacción y en la pérdida de confianza, llegando incluso a la desesperación. Fuerte y clara es la llamada que nos llega de la Palabra de Dios: "Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien" (Jr 17,5-6).
La crisis de esperanza afecta más fácilmente a las nuevas generaciones que, en contextos socio-culturales faltos de certezas, de valores y puntos de referencia sólidos, tienen que afrontar dificultades que parecen superiores a sus fuerzas. Pienso, queridos jóvenes amigos, en tantos coetáneos vuestros heridos por la vida, condicionados por una inmadurez personal que es frecuentemente consecuencia de un vacío familiar, de opciones educativas permisivas y libertarias, y de experiencias negativas y traumáticas. Para algunos -y desgraciadamente no pocos-, la única salida posible es una huída alienante hacia comportamientos peligrosos y violentos, hacia la dependencia de drogas y alcohol, y hacia tantas otras formas de malestar juvenil. A pesar de todo, incluso en aquellos que se encuentran en situaciones penosas por haber seguido los consejos de "malos maestros", no se apaga el deseo del verdadero amor y de la auténtica felicidad. Pero ¿cómo anunciar la esperanza a estos jóvenes? Sabemos que el ser humano encuentra su verdadera realización sólo en Dios. Por tanto, el primer compromiso que nos atañe a todos es el de una nueva evangelización, que ayude a las nuevas generaciones a descubrir el rostro auténtico de Dios, que es Amor. A vosotros, queridos jóvenes, que buscáis una esperanza firme, os digo las mismas palabras que san Pablo dirigía a los cristianos perseguidos en la Roma de entonces: "El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo" (Rm 15,13). Durante este año jubilar dedicado al Apóstol de las gentes, con ocasión del segundo milenio de su nacimiento, aprendamos de él a ser testigos creíbles de la esperanza cristiana.
San Pablo, testigo de la esperanza
Cuando se encontraba en medio de dificultades y pruebas de distinto tipo, Pablo escribía a su fiel discípulo Timoteo: "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10). ¿Cómo había nacido en él esta esperanza? Para responder a esta pregunta hemos de partir de su encuentro con Jesús resucitado en el camino de Damasco. En aquel momento, Pablo era un joven como vosotros, de unos veinte o veinticinco años, observante de la ley de Moisés y decidido a combatir con todas sus fuerzas, incluso con el homicidio, contra quienes él consideraba enemigos de Dios (cf. Hch 9,1). Mientras iba a Damasco para arrestar a los seguidores de Cristo, una luz misteriosa lo deslumbró y sintió que alguien lo llamaba por su nombre: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". Cayendo a tierra, preguntó: "¿Quién eres, Señor?". Y aquella voz respondió: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (cf. Hch 9,3-5). Después de aquel encuentro, la vida de Pablo cambió radicalmente: recibió el bautismo y se convirtió en apóstol del Evangelio. En el camino de Damasco fue transformado interiormente por el Amor divino que había encontrado en la persona de Jesucristo. Un día llegará a escribir: "Mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí" (Ga 2,20). De perseguidor se transformó en testigo y misionero; fundó comunidades cristianas en Asia Menor y en Grecia, recorriendo miles de kilómetros y afrontando todo tipo de vicisitudes, hasta el martirio en Roma. Todo por amor a Cristo.
La gran esperanza está en Cristo
Para Pablo, la esperanza no es sólo un ideal o un sentimiento, sino una persona viva: Jesucristo, el Hijo de Dios. Impregnado en lo más profundo por esta certeza, podrá decir a Timoteo: "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10). El "Dios vivo" es Cristo resucitado y presente en el mundo. Él es la verdadera esperanza: Cristo que vive con nosotros y en nosotros y que nos llama a participar de su misma vida eterna. Si no estamos solos, si Él está con nosotros, es más, si Él es nuestro presente y nuestro futuro, ¿por qué temer? La esperanza del cristiano consiste por tanto en aspirar "al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1817).
El camino hacia la gran esperanza
Jesús, del mismo modo que un día encontró al joven Pablo, quiere encontrarse con cada uno de vosotros, queridos jóvenes. Sí, antes que un deseo nuestro, este encuentro es un deseo ardiente de Cristo. Pero alguno de vosotros me podría preguntar: ¿Cómo puedo encontrarlo yo, hoy? O más bien, ¿de qué forma Él viene hacia mí? La Iglesia nos enseña que el deseo de encontrar al Señor es ya fruto de su gracia. Cuando en la oración expresamos nuestra fe, incluso en la oscuridad lo encontramos, porque Él se nos ofrece. La oración perseverante abre el corazón para acogerlo, como explica san Agustín: "Nuestro Dios y Señor [...] pretende ejercitar con la oración nuestros deseos, y así prepara la capacidad para recibir lo que nos ha de dar" (Carta 130,8,17). La oración es don del Espíritu que nos hace hombres y mujeres de esperanza, y rezar mantiene el mundo abierto a Dios (cf. Enc. Spe salvi, 34).
Dad espacio en vuestra vida a la oración. Está bien rezar solos, pero es más hermoso y fructuoso rezar juntos, porque el Señor nos ha asegurado su presencia cuando dos o tres se reúnen en su nombre (cf. Mt 18,20). Hay muchas formas para familiarizarse con Él; hay experiencias, grupos y movimientos, encuentros e itinerarios para aprender a rezar y de esta forma crecer en la experiencia de fe. Participad en la liturgia en vuestras parroquias y alimentaos abundantemente de la Palabra de Dios y de la participación activa en los sacramentos. Como sabéis, culmen y centro de la existencia y de la misión de todo creyente y de cada comunidad cristiana es la Eucaristía, sacramento de salvación en el que Cristo se hace presente y ofrece como alimento espiritual su mismo Cuerpo y Sangre para la vida eterna. ¡Misterio realmente inefable! Alrededor de la Eucaristía nace y crece la Iglesia, la gran familia de los cristianos, en la que se entra con el Bautismo y en la que nos renovamos constantemente por al sacramento de la Reconciliación. Los bautizados, además, reciben mediante la Confirmación la fuerza del Espíritu Santo para vivir como auténticos amigos y testigos de Cristo, mientras que los sacramentos del Orden y del Matrimonio los hacen aptos para realizar sus tareas apostólicas en la Iglesia y en el mundo. La Unción de los enfermos, por último, nos hace experimentar el consuelo divino en la enfermedad y en el sufrimiento.
Actuar según la esperanza cristiana
Si os alimentáis de Cristo, queridos jóvenes, y vivís inmersos en Él como el apóstol Pablo, no podréis por menos que hablar de Él, y haréis lo posible para que vuestros amigos y coetáneos lo conozcan y lo amen. Convertidos en sus fieles discípulos, estaréis preparados para contribuir a formar comunidades cristianas impregnadas de amor como aquellas de las que habla el libro de los Hechos de los Apóstoles. La Iglesia cuenta con vosotros para esta misión exigente. Que no os hagan retroceder las dificultades y las pruebas que encontréis. Sed pacientes y perseverantes, venciendo la natural tendencia de los jóvenes a la prisa, a querer obtener todo y de inmediato.
Queridos amigos, como Pablo, sed testigos del Resucitado. Dadlo a conocer a quienes, jóvenes o adultos, están en busca de la "gran esperanza" que dé sentido a su existencia. Si Jesús se ha convertido en vuestra esperanza, comunicadlo con vuestro gozo y vuestro compromiso espiritual, apostólico y social. Alcanzados por Cristo, después de haber puesto en Él vuestra fe y de haberle dado vuestra confianza, difundid esta esperanza a vuestro alrededor. Tomad opciones que manifiesten vuestra fe; haced ver que habéis entendido las insidias de la idolatría del dinero, de los bienes materiales, de la carrera y el éxito, y no os dejéis atraer por estas falsas ilusiones. No cedáis a la lógica del interés egoísta; por el contrario, cultivad el amor al prójimo y haced el esfuerzo de poneros vosotros mismos, con vuestras capacidades humanas y profesionales al servicio del bien común y de la verdad, siempre dispuestos a dar respuesta "a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 P 3,15). El auténtico cristiano nunca está triste, aun cuando tenga que afrontar pruebas de distinto tipo, porque la presencia de Jesús es el secreto de su gozo y de su paz.
María, Madre de la esperanza
San Pablo es para vosotros un modelo de este itinerario de vida apostólica. Él alimentó su vida de fe y esperanza constantes, siguiendo el ejemplo de Abraham, del cual escribió en la Carta a los Romanos: "Creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones" (4,18). Sobre estas mismas huellas del pueblo de la esperanza -formado por los profetas y por los santos de todos los tiempos- nosotros continuamos avanzando hacia la realización del Reino, y en nuestro camino espiritual nos acompaña la Virgen María, Madre de la Esperanza. Ella, que encarnó la esperanza de Israel, que donó al mundo el Salvador y permaneció, firme en la esperanza, al pie de la cruz, es para nosotros modelo y apoyo. Sobre todo, María intercede por nosotros y nos guía en la oscuridad de nuestras dificultades hacia el alba radiante del encuentro con el Resucitado. Quisiera concluir este mensaje, queridos jóvenes amigos, haciendo mía una bella y conocida exhortación de San Bernardo inspirada en el título de María Stella maris, Estrella del mar: "Cualquiera que seas el que en la impetuosa corriente de este siglo te miras, fluctuando entre borrascas y tempestades más que andando por tierra, ¡no apartes los ojos del resplandor de esta estrella, si quieres no ser oprimido de las borrascas! Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María... En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María... Siguiéndola, no te desviarás; rogándole, no desesperarás; pensando en ella, no te perderás. Si ella te tiene de la mano no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si ella te es propicia" (Homilías en alabanza de la Virgen Madre, 2,17).
María, Estrella del mar, guía a los jóvenes de todo el mundo al encuentro con tu divino Hijo Jesús, y sé tú la celeste guardiana de su fidelidad al Evangelio y de su esperanza.
Al mismo tiempo que os aseguro mi recuerdo cotidiano en la oración por cada uno de vosotros, queridos jóvenes, os bendigo de corazón junto a vuestros seres queridos.

GRUPO JUVENIL JUAN PABLO II: "JOVENES SON EL PORVENIR DEL MUNDO, SON LA ESPERANZA DE LA IGLESIA, SON MI ESPERANZA"